El Congreso de Tucumán
Los representantes de la mayoría de las provincias argentinas (salvo Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental) y algunas del Alto Perú (Charcas, Cochabamba, Tupiza y Mizque) se reunieron en Tucumán (lugar elegido para asegurarse Buenos Aires el apoyo de las provincias) el 24 de marzo de 1816, convocado por el director Supremo, Álvarez Thomas. Los objetivos eran: Evaluar la viabilidad de las propuestas de independencia, dictar una Constitución y designar un nuevo Director Supremo.
Los diputados eran personas prestigiosas, en su mayoría abogados o doctores en teología, formados en altas casas de estudio, como las universidades de Córdoba, Lima, Santiago de Chile o Charcas, destacándose, entre muchas notables figuras, el Dr. Serrano, por Charcas, el Dr. Darregueira, por Buenos Aires, Castro Barros por La Rioja y Malabia por Chuquisaca. Estos representantes debieron soportar largos viajes para llegar a Tucumán, valiéndose de los medios de transportes de la época, por ejemplo, galeras (vehículo de cuatro ruedas tirado por caballos) o carretas tiradas por bueyes. Se eligió para sesionar la casa de Francisca Bazán de Laguna por ser la más bonita y cómoda del lugar.
El momento de reunión del Congreso era crítico. En el Alto Perú y Chile era innegable la preeminencia de las fuerzas españolas. En España Fernando VII, había recuperado el poder. Los portugueses amenazaban con una invasión. El ejército del Norte estaba acéfalo, habiendo sufrido varias derrotas, y el poder de Artigas, en el Litoral crecía en forma considerable. Los diputados de la Banda Oriental que habían recibido instrucciones de Artigas a favor del federalismo, habían sido rechazados en la Asamblea del año XIII, y como consecuencia, Artigas había formado la Liga de los Pueblos Libres que se oponía al centralismo de Buenos Aires, y al Directorio, exponente de ese sentimiento unitario.
Aclaremos los conceptos de unitarismo y de federalismo. Organizar un país bajo un sistema unitario significa que desde un centro geográfico, en este caso, Buenos Aires, se domina todo el territorio nacional, imponiendo su gobierno y sus leyes. El federalismo supone que todas las provincias, si bien están unidas bajo un poder central, conservan autonomía o libertad, o sea la posibilidad de tener normas y gobernantes propios. El federalismo argentino, consagrado en la Constitución Nacional de 1853, determina que las provincias son autónomas, no independientes, lo que implica que si bien tienen Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial propios, se encuentran subordinadas a lo establecido para todo el territorio nacional, que no puede contradecirse. En estados Unidos, por el contrario, las provincias son independientes (por ejemplo, puede un estado tener pena de muerte, y otro no).
Dentro del Congreso, se registraban tres tendencias principales. Los que querían organizarse bajo un sistema centralista o unitario, como Buenos Aires y Cuyo, los federalistas, encabezados por los representantes cordobeses que defendían las autonomías provinciales, y un grupo intermedio, los del Alto Perú, que si bien aspiraban a un régimen centralizado, no querían a Buenos Aires, como cabeza del nuevo estado.
Como primera medida, el Congreso, decidió elegir una autoridad nacional, que uniera a toda la región y compatibilizara los intereses en pugna, designando un nuevo Director Supremo.
Los cordobeses presentaron como candidato al salteño Moldes, que representaba radicalmente los intereses de los grupos localistas, opuestos al centralismo porteño. El que se impuso, por 23 votos contra 2, fue el diputado por San Luis, Juan Martín de Pueyrredón, héroe de la Reconquista y de posición moderada y no comprometida con ninguna de las ideas en conflicto.
Bajo la presión de San Martín y de muchos congresales, el 9 de julio de 1816, y presidido en ese período por Francisco Narciso de Laprida (la Presidencia era rotativa) diputado por San Juan, se proclamó la independencia, por parte de los representantes de las Provincias Unidas de Sud América.
Según el Acta de Independencia, por voluntad unánime, se declaraban rotos los lazos con España, declarándose como nación libre e independiente. La firma del Presidente Francisco Narciso de Laprida, y la del Vicepresidente, Mariano Boedo, fue seguida de la los demás diputados: Darregueira, Acevedo, Sánchez de Bustamante, Aráoz, Gallo, Malabia, Columbres, Cabrera, Serrano, Rodríguez, Gorriti, Pérez Bulnes, Gascón, Rivera, Castro Barros, Thames, Maza, Paso, Sáenz, Medrano, Pacheco de Melo, Godoy Cruz, Uriarte, Sánchez de Loria, Salguero, Santa María de Oro y Anchorena.
El día 19, ante la posibilidad de una invasión portuguesa, a propuesta del diputado Medrano, se agregó que se declaraba libre, además, de toda otra dominación extranjera.
Por decreto del 3 de agosto, el Congreso, consagró el derecho de peticionar a las autoridades sin provocar tumultos. Ratificó la inviolabilidad de los diputados y la libertad de sus opiniones.
Con respecto a la Constitución, se planteó el problema de la forma de gobierno, dividiéndose las opiniones entre los partidarios de una monarquía, que eran la mayoría, y los que se inclinaban por un gobierno republicano. La preferencia por la monarquía surgía de las tendencias europeas. La Santa Alianza conformada en Europa en 1815, significó la unión de grandes potencias para luchar contra los intentos liberales, estableciendo como principio básico de gobierno la monarquía por derecho divino, permitiendo la intervención en los estados que trataran de imponer otro régimen.
Entre los monárquicos prevaleció la opinión de traer un príncipe europeo, desechando la idea de Belgrano de instituir un príncipe incaico. Belgrano, sostenedor de la monarquía, recién retornaba de Europa, donde había escuchado el mal concepto de la revolución americana, que era considerada como anárquica. Creía que un gobierno monárquico le imprimiría cierto orden.
El Congreso debió trasladarse a Buenos Aires, en el año 1817, ante la posibilidad de que los realistas atacaran Tucumán. Ubicado en Buenos Aires, dictó un reglamento provisorio, aunque sus funciones legislativas estaban controladas por el Directorio.
En 1819, se logró dictar la Constitución, de carácter unitaria, lo que motivó el rechazo de las provincias.
La búsqueda de un monarca extranjero, que para el interior representaba volver a las formas de opresión e injusticia de la monarquía española que deseaban erradicar, y la Constitución unitaria de 1819, motivó la reacción de los caudillos provinciales que vencieron a las fuerzas del Directorio el 1 de febrero de 1820, en la batalla de Cepeda.
El Congreso extinguió su existencia y Buenos Aires, a partir de 1820, se convirtió en una provincia independiente.