Batalla de las Ardenas
Bajo este nombre se conoce a una serie de ofensivas libradas en los bosques de Ardenas (límite entre Francia y Bélgica) que favorecieron a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y que, en virtud de la desproporcionada idea de primacía alemana, sumió a éstos en un fracaso imposible de revertir.
Esta situación fue iniciada debido a que los aliados habían perdido la Batalla de Arnhem y con esta estocada el fürer se proponía generar un escenario similar al vivido en 1940, cuando destruyó las fuerzas galas, aislando a los ingleses. Entonces utilizó la táctica de embolsamiento, estrategia que se proponía volver a implementar en esta oportunidad, no sólo con un fin defensivo sino con el propósito de aislar los ejércitos soviéticos de los norteamericanos y de esta manera obligarlos a retroceder.
Cabe mencionar que tal maniobra de ningún modo era esperada los aliados, Alemania no estaba en posición de efectuar un ataque de tamaña magnitud, la Wehrmacht estaba agotada y mal armada y los nazis carecían de posibilidad de rearme y mucho menos velocidad para hacerlo, recurso con el que sí contaban los aliados.
Básicamente, el plan era atacar el macizo de Ardenas en donde una pequeña coalición de norteamericanos sería fácil de reducir, llegar hasta Moza, reorientarse hacia el norte en dirección Amberes y aislar a los ingleses para que éstos capitularan.
La iniciativa de Hitler no fue apoyada por sus generales quienes le propusieron un plan menos ambicioso pero de seguro alcance, orientado a cuidar los avances conseguidos y a neutralizar el saliente americano en las cercanías de Aquisgrán. Dicha propuesta fue rechazada por el fürer, quien siguió adelante; reunió 500 000 hombres, pertrechando las unidades blindadas.
El 16 de diciembre de 1944 Adolf Hitler lanzó las unidades Panzer en contra de las posiciones norteamericanas ubicadas en las Ardenas. El éxito alemán desorientó al bando contrario, quien tuvo que reubicarse. Tan sólo en el primer día, el ejército nazi tomó 7000 prisioneros. Sin embargo, la reacción aliada no tardó en manifestarse, mostrando su supremacía aérea. A esta falencia se sumaron las malas condiciones climáticas: la niebla y la nieve dificultaron aún más el desenvolvimiento de las fuerzas del Eje.
Es importante destacar que, a pesar de la sorpresa inicial, los aliados lograron reorganizarse rápidamente. El general Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa, movilizó rápidamente reservas y unidades de refuerzo para contrarrestar el ataque alemán. Además, la superioridad aérea aliada, que había sido neutralizada por el mal tiempo en los primeros días de la batalla, se hizo sentir una vez que las condiciones climáticas mejoraron.
Pasó lo contrario a lo previsto por Hitler. Los generales alemanes temían terminar siendo ellos los embolsados si no ejercían un retiro parcial hacia posiciones más seguras; razón por la cual, tras haberlo solicitado y haber recibido la negativa, fue lo que ocurrió.
Hacia fines de enero de 1945, puede considerarse que la batalla había finalizado en un empate respecto según los resultados, la pérdida humana fue de alrededor de 80 000 hombres en cada bando. Sin embargo, también puede afirmarse que para el ejército nazi constituyó una derrota de la que no pudo reponerse, sus recursos eran escasos y la Wehrmacht había sido diezmada.
Finalmente, la Batalla de las Ardenas liberó el camino para las fuerzas soviéticas en el Este y la ruta a Berlín para el ejército norteamericano.
La Batalla de las Ardenas fue una de las más grandes y sangrientas de la Segunda Guerra Mundial, y su resultado fue crucial para el desenlace final del conflicto. A pesar de la resistencia alemana y de las difíciles condiciones climáticas, los aliados lograron resistir el embate y finalmente revertir la situación. Esta batalla demostró la determinación y la capacidad de los aliados para enfrentar y superar los desafíos más difíciles.