La Guerra del Peloponeso
Las ciudades-estado griegas, unidas, lograron vencer a los persas en las denominadas Guerras Médicas, donde dos ciudades habían logrado destacarse: Atenas y Esparta. Al finalizar la contienda, y para evitar ser tomados por sorpresa, ante la posibilidad de un nuevo ataque persa, ambas ciudades formaron sus propias ligas defensivas, junto a otras ciudades.
Atenas conformó la Liga de Delos y Esparta, la del Peloponeso. Ambas ciudades competían por el liderazgo en el mundo griego, con distintas culturas, opuestas entre sí. Atenas era fuerte en su flota, y tenía como forma de gobierno la democracia directa y Esparta era poderosa en su ejército, y estaba gobernaba por una aristocracia tirana. Ambas ciudades se enfrentaron en la llamada Guerra del Peloponeso.
La Guerra del Peloponeso, entre Atenas y Esparta, duró veintisiete años, entre los años 431 a. C. y 404 a. C. y finalizó con la victoria espartana.
Las causas directas del conflicto fueron las disputas entre Corinto, miembro de la liga del Peloponeso y Corcira, que no integraba ninguna de las alianzas defensivas, y que veía amenazada por Corinto, su colonia de Epidamno, en la costa de Iliria.
Atenas brindó ayuda a Corcira, temerosa de que en caso de vencer Corinto, la flota de la Liga del Peloponeso se hiciera cada vez más fuerte, y, a su vez, Corinto envió su apoyo a Potidea, colonia ateniense que deseaba liberarse.
El comercio de la ciudad de Mégara, integrante de la Liga del Peloponeso se vio afectado por el bloqueo impuesto por Atenas y Tebas, en apoyo a Esparta, atacó Platea, aliada de Atenas.
En el año 429 a. C. una peste asoló a Atenas, y fue el detonante para debilitarle y permitir el avance espartano. Tras la toma de Anfípolis y el fracaso de su reconquista, Atenas firmó la paz con Esparta, en el año 421 a. C. por la cual ambas ciudades-estados debían devolver el producto de sus conquistas, aunque Esparta no cumplió.
En el año 415 a. C. Atenas mandó sus fuerzas a Sicilia, contra Siracusa, integrante de la Liga del Peloponeso, para impedir la ocupación de Segesta, pero en el año 413 a. C., Atenas sufrió una nueva derrota y los espartanos se apoderaron de Decelia. Las colonias del Egeo se emanciparon de Atenas, mientras Esparta consolidaba su poder, ayudada por los persas, gran rival de Atenas, desde las Guerras Médicas.
Los espartanos tomaron el poder en el año 411 a. C., y a pesar que en el año 407 a. C., Alcibíades, derrotó a los espartanos en la isla de Samos, la debilitada Atenas, sufrió una aplastante y definitiva derrota en el año 405 a. C., en Egospótamos, que selló definitivamente su suerte, y consagró a Esparta en el poder.
Esparta impuso su forma aristocrática de gobierno, condenando y erradicando la democracia ateniense. Atenas debió reducir su flota, al contrario de la espartana, que con la ayuda de los persas, se transformó en una potencia marítima y comercial.
Sin embargo ocurrieron nuevos enfrentamientos entre las ciudades griegas, las luchas entre Esparta y Tebas, redujo la población y diezmó los campos. Esta situación le permitió a Filipo II, de Macedonia, reino ubicado al norte de Grecia, invadir exitosamente el territorio.
La Guerra del Peloponeso no solo fue un conflicto militar, sino también un choque de ideologías y culturas. Atenas, con su democracia y su enfoque en las artes y la filosofía, contrastaba fuertemente con Esparta, que valoraba la disciplina militar y la austeridad. Este conflicto también tuvo un impacto significativo en la economía de las ciudades-estado, ya que el prolongado enfrentamiento agotó recursos y debilitó el comercio.
Durante el conflicto, figuras destacadas como Pericles en Atenas y Lisandro en Esparta jugaron roles cruciales. Pericles, con su visión estratégica, intentó proteger a Atenas detrás de sus muros y confiar en su superioridad naval, mientras que Lisandro, un astuto comandante espartano, fue instrumental en la victoria final sobre Atenas.
El impacto de la guerra se extendió más allá de las fronteras griegas. Las alianzas con Persia, que jugó un papel en el fortalecimiento de Esparta, demostraron cómo las potencias extranjeras podían influir en los asuntos internos de Grecia. Este periodo de inestabilidad también dejó a Grecia vulnerable a futuras invasiones, como la de Macedonia.
Además, la guerra inspiró a pensadores y escritores de la época. Tucídides, un historiador ateniense, escribió una detallada crónica de la guerra, proporcionando una valiosa perspectiva sobre las tácticas militares y las decisiones políticas de ambos bandos. Su obra sigue siendo una fuente fundamental para entender no solo la guerra en sí, sino también la naturaleza del poder y la política.
La Guerra del Peloponeso dejó una marca indeleble en la historia griega, alterando el equilibrio de poder y preparando el escenario para el ascenso de Macedonia bajo Filipo II y su hijo Alejandro Magno. Las lecciones de este conflicto resuenan en la historia, recordando los peligros de la rivalidad interna y la importancia de la unidad en tiempos de crisis.